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Los peligros de la mala circulación. DR L. FRANCO (C. Vascular)

 Lo que conocemos coloquialmente como mala circulación podría definirse como un pobre o insuficiente flujo de sangre procedente del corazón a cualquier parte del cuerpo. Este concepto se refiere frecuentemente a la circulación arterial, que debemos diferenciar de la circulación venosa o de retorno, que se encarga de reconducir la sangre de vuelta al corazón. Esta mala circulación arterial es denominada médicamente enfermedad vascular periférica. Su localización más habitual son las extremidades inferiores y su forma de presentación más frecuente será el dolor en las piernas al caminar, que nos obligará a detenernos a descansar cada cierto trecho (claudicación intermitente o enfermedad del escaparatista).

En etapas más avanzadas de la enfermedad, el paciente puede presentar dolor incluso en reposo y posteriormente aparecer lesiones isquémicas en forma de úlceras y gangrena en la piel de los pies. La evolución final del cuadro podría conducir incluso a la amputación de la extremidad afectada. En España se calcula que alrededor de 1.600.000 personas laboralmente activas presentan algún grado de isquemia crónica de miembros inferiores. Por la gravedad que reviste y por la frecuencia con la que se produce, se trata de una patología que tiene un gran impacto sanitario, laboral y económico. La aterosclerosis es la responsable del 95% de los casos de isquemia de los miembros inferiores. Consiste fundamentalmente en el depósito de sustancias grasas (colesterol) en el interior de la pared arterial. Este fenómeno, íntimamente relacionado con los países más desarrollados económicamente, tiende a ser más pronunciado en individuos que tienen predisposición genética, sedentarismo, obesidad, malos hábitos en su dieta y otros factores de riesgo, tales como el tabaquismo, la hipertensión o la diabetes.

Su tratamiento consiste, básicamente, en prevenir los factores de riesgo. En los casos más evolucionados, a menudo es preciso el empleo de algún tipo de intervención quirúrgica (by-pass). Más recientemente han aparecido las llamadas técnicas endovasculares, que nos permiten restablecer el aporte de sangre por medio de pequeños catéteres, balones para realizar dilataciones arteriales y ‘stents’. Estos procedimientos se realizan mediante punciones a nivel inguinal con anestesia local, evitándose así la cirugía abierta. De este modo, la agresividad del tratamiento es mucho menor y la recuperación mucho más rápida. En general, con la mejora de los hábitos higiénico-alimentarios, el abandono del tabaco, el ejercicio físico regular y el empleo de fármacos antiagregantes se consigue una importante mejoría. Todo suele comenzar con una aterosclerosis La aterosclerosis no suele producir síntomas hasta que no estrecha gravemente la arteria o causa una obstrucción súbita. El primer síntoma del estrechamiento de una arteria puede ser un dolor o un calambre en los momentos en que el flujo de sangre es insuficiente para satisfacer las necesidades de oxígeno, por ejemplo al hacer ejercicio. Los síntomas se desarrollan gradualmente a medida que el ateroma constriñe la arteria. En caso de una obstrucción súbita, los síntomas aparecen inmediatamente.

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